martes, 30 de septiembre de 2008

Tócame pero no me dejes

Todas mis ideas, mis desencuentros, mis penas y glorias, las concibo a través del verbo, del sujeto más simple o del predicado más obtuso; del verso más descompuesto o el recadito más propositivo. Sin embargo, a la vez, pocas cosas me generan más desconfianza que la palabra escrita, su inconmesurable poder para revelar o eclipsar, para derrumbar o edificar la mejor de las mentiras, el más sutil de los engaños.


Por el contrario, confío ciegamente en la luminosidad del tacto, en su obvia transparencia que no admite frialdades enmascaradas de pasión o viceversas. La sinceridad de un roce epidérmico es incomparable, una infalible prueba de polígrafo que erecta sus vellos ante la proximidad o la promesa.

Cuando el tacto toma la palabra
, es un cuento del escritor mexicano Guillermo Samperio, un texto cuyo título bien merece un premio, y funge (como todos los buenos títulos) como la quintaescencia del texto, como el anuncio formal de la avalancha, como el preludio al quiebre.

Un par de dedos del pie suelen trasmitir con más fluidez, con más alegría y menos equívocos, que cualquier tratado mercantil o poético (que hoy en día es prácticamente lo mesmo).

Se busca toqueteo. Así de barbix¡¡

martes, 16 de septiembre de 2008

Los diarios del Idiota Isteri

En uno de sus diarios, que signa fechas anteriores a su primera desaparición, Isteri reflexiona sobre la literatura latinoamericana. Los pensamientos le vienen, según sus palabras, "después de una borrachera de esas que ponen una equis en el hígado". En ellos, Isteri aporta quizá algún pensamiento original sobre Juan Carlos Onetti, pero es evidente que el interés que puediesen despertar dichos apuntes, se halla en otras características.

Debo decir que para mí leer los diarios de Isteri, significó una pérdida de tiempo, una confrontación con la pedantería y la vacuidad humana. Es cierto, terminé de leerlos por el morbo que me provoca, como a muchos, su historia (o debería decir Isteria?); una historia de cielos e infiernos que de pronto parecieran perpetuos, eternas hipotecas de su alma, y no obstante, cualquier día desaparecen con la fugacidad de un ímpetu juvenil.

Por eso, quziá lo más interesante de los diarios de Isteri (si es que pueden tener algo de interesante) no son sus descripciones sobre las batallas de los Bien portados, ni sus triunfos revolucionarios, ni sus rancias sentencias literarias, ni sus consejos de ampón electotral, ni sus debrayes canabico reflexivos, ni sus retos a duelos poéticos, ni sus amagos de patética valentía, ni sus locuacidades míticas, ni sus pronunciamientos de media noche, ni sus amores fracasados, ni su verborrea mal escrita, ni su miedo entrañable.

No, al menos lo que sus diarios demuestran es el oportunismo del estúpido, la sencillez del éxito, la victoria al alcance de todos. Si un tipo tan ordinario como Isteri pudo dirigir una revolución, encamarse a 12 féminas la misma noche, dirigir un partido político, arengar desde el anonimato a 20 kamikases, levantar la ira de 2 televisoras, publicar 5 novelas, 17 poemarios, y encima meterse cantidades industriales de marihuana, si un tipo como él pudo hacer eso, la enseñanza es grande.

Tras leer los 4 diarios de Isteri (Noctambulario para un suicida, Conversaciones con Cenicienta, Sábanas y algunas meriendas y Sí, somos bicampeones) puedo concluir algo: Hay idiotas con suerte.

lunes, 15 de septiembre de 2008

para cuando hay ganas de explotar...

En realidad hacer una bomba casera es muy fácil. Hay principios químicos básicos y aprenderlos es relativamente sencillo, primero se practica con cantidades y mezclas capaces de generar un simple eructo de humo, lo que sigue depende de cosas como el ingenio y el valor, sobre todo del valor.

Isteri puso ácido muriático en una botella vacía de viña real (de durazno) de 2 litros, vaciaba el líquido mientras charlaba de cervezas. Le gustan las claras, con cuerpo pero claras. Una vez que está llena la botella hasta una tercera parte, hay que hacer churritos con papel aluminio. Isteri hizo como cinco o seis y siguió hablando de cebada y trigo fermentado. Hizo una pausa para terminar de explicar su disgusto con las cervezas que parecen caldo de frijol. Después echó los churritos de aluminio en la botella, la tapó y agitó con ganas.

-Cuenta hasta quince y la avientas, ordenó.

Así lo hice. La explosión es asombrosa. Alguien del grupo dijo que el asunto estaba perfecto, pero necesitábmos algo más sofisticado. Isteri nos enseñó a hacer bombas con un despertador. Igualmente, el asunto es sencillísimo. Se sustituye el mecanismo de alarma por un foquito de serie navideña, pero el foquito tiene que estar un poco roto, para que la chispa haga contacto con la sustancia de su preferencia, y eso es todo.

Nunca preguntó para qué necesitábamos aprender lo que aprendimos, no obstante, se lo contamos. Vamos a poner una bomba en Bellas Artes, exclamó alguien gustoso. Isteri pareció ignorarnos, en cambio, se fue al librero y leyó un poema de un tal Anastasio Fernández, un poema que me pareció soberbio y glacial, y que ahora no me parece nada porque hace un rato que las cosas me pasan inadvertidas.

Las bombas de Isteri ahora explotan al revés.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

No pinche mamen, Isteri está vivo

Ja, claro que Isteri nostá muerto, no pinchen mamen. Yo sí lo vi, echamos verbo y nos reventamos unos tragos en el Covadonga. No era jueves, pudo haber sido lunes, pero no era jueves. Lo se porque en el lugar no había ni una puta teta juvenil, más bien puro colguijo. Jo desuputa madre, nos dimos una botella de Matuzalén y diecisiete Coronas para humectar los humores.
Cabrón loco, bebe discretito pero constante, no para, siempre trae agua en el buche, también siempre trae la palabra a punto de reventarle en el hocico, apenas termina una frase, ya trae dos en fila.
No pinches mames Isteri, le respondía a todo lo que él me platicaba, no pinches mames Isteri, le dije cuando vi las tortas que se había tragado, no pinches mames Isteri, le grité cuando se paró de la mesa e inició una zacapela que ya no entendí si fue por una revolución que ya se perdió, que se está perdiendo o que está por perderse; en cuestión de segundos, lo que antes era calma senil, el jo de su puta madre loca lo convitió todo en gruñidos, sillas voladoras, nudillos sangrantes, carcajadas burlonas, besos robados, violaciones tumultuarias, vítores, porras y porros.
Yo aproveché la confusión para asaltar la barra y retacar el morral de botellas (sólo cupieron dos), mientras el mamón del Isteri se difuminaba entre la bulla y alharaca que antes había iniciado.
Jo de su pinche madre loca, quevastar muerto el pendejo ese, en una de esas le cortan los huevos por andar con pendejadas, pero muerto, no está.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Refutación testimonial de la muerte de Isteri

Isteri no está muerto. No puede estarlo. Se los digo yo que hoy en la mañana lo vi, no cruzamos palabra porque estas no pueden cruzarse, pero lo vi, de eso estoy seguro. Hubiera querido decirle, qué tal Isteri, cómo te va, por qué no te has pasado por la cantina ultimamente. Pero no se lo dije porque iba yo a prisa, ya saben, con esas prisas que lo consumen a uno, esas necesidades de llegar a buena hora y, para colmo, con los zapatos limpios; como si las cosas estuvieran para levantarse temprano y encima tener la disposición para lustrar el calzado.

Pero no quiero divagar, porque recientemente me da por divagar, por darle vueltas a una cosa hasta que esa cosa ya se vuelve otra, y si era gallo acaba siendo mono, y si era mono puede acabar siendo gallo u otra cosa. porque nada obliga a que los monos sólo puedan transformarse en gallos.

En fin, vi a Isteri comiendo papas con chile, con salsa Valentina, lo supe por la etiqueta inconfundible de la salsa Valentina, etiqueta negra, por cierto, hubiese querido decirle, ¡Isteri, te vas a enchilar¡ pero no lo hice porque andaba yo con mucha prisa, una prisa que no parecía consumnir a Isteri, que saboreaba sus papas, o quizá no las saboreaba y comía por inercia o por gula o simplemente para no comerse otra cosa, ese Isteri es un tipo extraño, pero no, no está muerto.

viernes, 5 de septiembre de 2008

a manera de título me gustaría poner algo así como se necesita un detective salvaje para encontrar a Isteri pero no me decidí prefiero decir que

vivo de prisa porque ejerzo la violencia de piernas el torbellino o huracán de alientos cortos que forman una gran bocanada que aún está aspirando su aire que bien podría ser dióxido de carbono porque a estas alturas nadie duda que el tiempo se cuela entre los labios y el espacio que dejan los pasos
¿qué pasos?
al respecto tengo una pregunta de esas que valdría la pena no responder porque hacerlo evindenciaría el ocio que carcome mis soledades aunque pensándolo bien igual mis compañías
¿quién mató a Isteri?

lunes, 1 de septiembre de 2008

Efectivamente: lo fugitivo permanece

Entro a este blog y descubro, con ligero rubor en el rostro, que lo he abandonado. Lo cierto es que no debería sorprenderme, mi relación con la escritura siempre ha sido intermitente, una relación de acercamientos y distancias que aseguran su existencia.
Muchos son los obstáculos para que yo pueda sostener proyectos de escritura de largo aliento, llámense estos novelas, poemarios, cuadernos de viaje o sueños, diarios o ciberespacios. Para empezar, mi incapacidad se cimienta, pienso, en mi hiperactividad mental. Una idea le sigue a otra y otra a otra y a otra como eterno ferrocarril/vagones de colores que no dejan atraparse. Nunca me he enfrentado a la hoja en blanco, esa que tanto terror da a varios escritores. En mi caso el problema es que hay exceso de imágenes, de tramas, de historias de vida que se entrecruzan con el sueño, el miedo, la añoranza. Y eso, no es ninguna virtud, más bien una tristeza. No hay peor escritor que aquel que no sabe discriminar. Me cuesta centrarme en una sola historia, en una sola cosa en la vida.
La explicación anterior me gusta porque me ha llevaso tiempo elaborarla, mascullarla por las noches antes del sueño. Sin embargo, mi abuela diría que mi problema es un asunto de disciplina, lo mismo diría mi primer tallerista, y también lo dijo el segundo y el tercero, el suyo es un problema de disciplina. La verdad es que la explicación sonó convincente/contundente las primeras veces que las escuché (que me las dijeron). Después decidí mandar a chingar a su madre a todo aquel que me llegara con ese argumento.
Lo que muchos talleristas de pocamonta y no muchos menos escritores con absurdas intenciones pedagójicas, denominan "disciplina", no es más que un ejercicio para justificar sus becas y su existencia, y no una real preocupación por contar historias o bordear el sol con la métrica perfecta de algún verso.
Yo prefiero abandonar las cosas por momentos, verlas en el cóncavo reflejo que siempre es la distancia, un desdén exquisito como el del amante que finge no esperar la llamada que tanto ansía.
Aquí seguimos, de puras barbas¡¡¡