martes, 30 de junio de 2009

Matusalem y el Quijote

El sábado me paré una borrachera y llegué a casa con mascota nueva. En algún momento de la madrugada mientras caminaba por Reforma, me encontré casi de frente con Matusalem y lo llevé a casa. No puso resistencia para subirse al taxi y de inmediato ronrroneó y durmió en mi regazo.

Nos bajamos en el Oxxo, pedí una caguama y un wiskas y nos fuimos a casa.
El domingo fue día de comprar areneros y de calcular edades felinas y de baños con agua tibia. Todo perfecto hasta que llegó el momento de Cagar.

El buen Matusalem nunca había tenido un baño creo, o quizá sí y nomás por sus huevitos arañones tuvo a bien Mear, Cagar, Mear, Mear, Cagar (en estricto orden) en mi cama. Ahora duermo en el puto sillón, el colchón ya mero se seca pero huele a cloro y el depa está lleno de pelotillas con cascabel.

Énseñale a ir al baño, haz que rasque la arena con sus patitas, pónle el hocico en su calabaza y regáñalo, cántale rolas de Easmo Catarino, párate de cabeza, ya te chingaste, regresa al puto gato a la calle...en fin, las sugerencias para solucionar el problema fueron varias y muy variadas. Pero Matusalem se negaba a usar su arenero.

Intenté muchas cosas y cuando mi paciencia (de dos días) estaba por terminarse, encontré la solución. Le di una fumadita a un porro, le eché el humito a Matusalem y despues cogí un poco de yerba y la froté en su arenero. Sabía que aquello ayudaría a solucionar las cosas, pero algo faltaba.

Mi gato no puede cagar a gusto sin leer, supuse, así que corté una página del Quijote y la pegué junto a su baño, de tal forma que pudiese leer mientras se echaba un Keik.....¡¡¡Aquí es donde suenan las fanfarrías y todo mundo felicita a Matusalem por aprender a usar el baño (y con ello garantizarse una vida prangana a mi lado) y a su dueño por detectar las necesidades reales del bicho este. Así de barbas.

jueves, 25 de junio de 2009

The roaches have no king

Hace algunos años compartí el espacio vital con una colonia de cucarachas. Aunque se paseaban de forma más o menos campechana por todo el depa, no había duda que el cuartel central, el búnker, se hallaba en la cocina, tras el fregadero.

No supimos bien a bien cuándo nos ganaron la batalla, cuándo nos dimos por vencidos, pero en algún momento tanto mi Rumi como su Servilleta comenzamos a cederles terreno, a aceptar la supremacía hexópoda sobre nuestra vulnerable y lenta existencia en dos patas. Dejamos, por ejemplo, de cocinar en casa, de usar el refri.

Hubo intentos, más bien escaramuzas, para derrotarlas. Pero su velocidad de reproducción y nuestra lentitud para sanitizar la casa acababa con nuestro ya de por sí, escaso ímpetu. En pocos meses nos apalearon. Empezaron a salir de todas las esquinas, volteabas la cabeza y ahí estaba una pequeñita Blatela Germánica (supe que eran germánicas mucho después, cuando leí la novela del neoyorquino Daniel Evan Weiss que da título a este post) moviendo las antenas, pegada a alguna costra de alguna gota de cerveza derramada días antes en el suelo.

Un día nacieron varias dentro del horno de microondas. Supongo que la mayoría salió por los orificios que dan aire al motor cuando aún eran muy pequeñas. Pero una de ellas quedó atrapada y vivió ahí por muchos días.

Cuando las cucaracha nacen son blancas, pero apenas tienen contacto con la luz comienzan un proceso de muda donde se oscurece y fortifica la piel. Pero Mi Cuca tardó mucho en ver la luz, o quizá fue la radioactividad de su hogar (nunca dejamos de hacer palomitas, eso nunca), el asunto es que la cabrona creció albina.

Era algo hermoso invitar a los cuates a que vieran la Cuca atrapada en nuestro horno. Además, cual géiser turístico, la Albina nunca defraudaba a sus visitantes. Sólo era necesario prender el aparato y ella, puntual, acudía al encuentro. Le gustaba posarse en la puerta, atrapada entre un cristal y otro, dejando que la luz del horno pegara directamente en su cuerpo, lo que era un plus, porque permitía al visitante obervarle las entrañas.

Un día tuvimos que marchanos y ni si quiera fue por ellas, de buena gana me las hubiese llevado conmigo, pero atraparlas es complejo. No hubo despedidas ni reclamos. Antes de subirnos con el mudancero tiramos el horno a la basura, y ahí estaba ella, viendo al sol por vez primera.

viernes, 19 de junio de 2009

En el diván (o sex and the city)


-Deberías regresar a tu blog.

-Si regreso al blo, dejaría de venir contigo.

-Si crees que el ciberespacio es toda la terapia que necesitas, entonces deberías hacerlo.

-Te he dicho miles de veces que lo que yo necesito es una puta limpia, y pensé que quizá tu accederías...

-Soy sicóloga no curandera

- Y qué te cuesta sacar un maldito huevo del refri y pasearmelo por todo mi cuerpecito mientras dices palabras inintelegibles, de todos modos las dices, pues hasta la fecha no entiendo bien a bien que significa Muleta emocional o Super yo reprimido en la marginalidad de mi conciencia.

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-Cuéntame qué has pensado estos días

-He pensado en comprarme una mascota. Pensé que un puerco espín o un mapache serían buena opción. Pero un gato es más barato. También pensé que "Triglicérido" sería un buen nombre para una revista de Moda y Literatura.

-Bien, me gusta que pienses en literatura.

-Sí, en la semana soñé a Carlos Fuentes comiendo un ceviche de pescado. Escribía una novela en servilletas, supe que era una novela y no un cuento porque llevaba varios paquetes gastados. A veces se le olvidaba y se limpiaba la boca o la nariz con el párrafo que recién concluía.

-¿Has vuelto a escribir?

-Nomás cuando el canal 4 no agarra bien, tengo que hacer las pases con los del sky

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La gente no para de coger y de encontrarse inventarse renovarse antojarse lugares para hacerlo. Hace poco descubrí que en los baños de la gasolinera de Nuevo León e Insurgentes se coge a todas horas, nomás le falta el foco moradito o las cinco letras en la entrada. Primero pensé que sólo iban putas, después me di cuenta que nel, van morros de las escuelas cercanas (si es de día) y ñores con sus mujeres amantes o sus mujeres esposas por la madrugada, ¿quién empezó el jueguito, quién dijo ven reinita o ven reinito vamos a darle aquí porque ya se me erizaron las hormonas? más aún, cuánto cobrarán los empleados de la gasolinera por echar aguas, y quizá no sólo aguas, (prometo averiguarlo muy pronto, se aceptan invitaciones). De cualquier forma, si esto digo no es para que usted, barbón lector, se espante o denuncie o ande de mironsillo, no no, es para que haga lo propio en su gasolinera más cercana, en la esquinita de su ofi, en el parquesito cuano va a correr, ps total, poquito de placer en cualquier sitio le pone la sonrisa a uno todo el día, que no?