jueves, 18 de octubre de 2012

A propósito de plagios...


A propósito de los plagios literarios, un fragmento de mi cuento "Ladrón de dinosaurios", que pueden encontrar en el libro del mismo nombre. Editado por Ficticia.

En la vida sólo he tenido un amigo y un enemigo, pero esos sentimientos tan contradictorios encarnan en la misma persona. Primero y durante muchos años fue la amistad, después el odio.  Creo estar en lo correcto, otros en mi situación harían lo mismo. ¿Cómo no declararle la guerra a quien ha obtenido fama y respeto a costa de uno?
El hombre al que me refiero ha dado la vuelta al mundo, concede muchas entrevistas y vive cómodamente gracias a mí. De mí obtuvo la idea que lo llevó al éxito, si no me hubiera conocido, si yo no le hubiera brindado parte de mi vida, él sería un perfecto don nadie. Pero hoy en día parece que todos conocen su nombre, y digo parece, porque yo no pertenezco al mundo de las letras y, por lo tanto,  no me muevo en esos círculos de petulantes. Su nombre es Augusto y su apellido Monterroso, mi enemigo, culpable de escribir el cuento de El dinosaurio, a costa mía.
Mi acusación tiene fundamentos y para demostrarlo me remontaré a la época en que los dos éramos unos patojos guatemaltecos. Lo conocí cuando nos comenzaba la pubertad pero aún teníamos cara de niños y actuábamos como niños. Porque antes  era diferente y a los trece años uno todavía jugaba a cosas inocentes y no tenía malos pensamientos.
Éramos vecinos y comúnmente nos juntábamos en mi casa. Las horas se nos iban jugando a la pelota en mi jardín o atrapando insectos para luego inspeccionarlos, porque desde entonces a mí ya se me veía la vocación por los animales, mientras que Tito se limitaba a hacer lo que yo le pedía, porque eso de escribir le vino después, cuando ya le dio por chupar las ideas y las historias de los otros.
Pero seré concreto porque tampoco voy a detallar todo lo que le di, los balones que nunca me devolvió ni las innumerables veces que el mal agradecido comió en  mi mesa. Contaré el trágico momento del plagio que lo haría famoso y las consecuencias que esto traería en mi vida.
Fue una noche que un compañero escolar nos invitó a una fiesta  de disfraces. Tito y yo nos preparamos en mi recámara, nos vestimos y desvestimos varias veces tratando de improvisar un disfraz que nos hiciera dignos de admiración. Escudriñamos en mi armario y en el de mis padres, en la cocina y en el sótano. Y por fin, cuando decidimos forrarnos el cuerpo de papel aluminio simulando una armadura de caballeros míticos y asirnos unos cuchillos de cocina cual espada de guerrero, nos sentimos satisfechos. Pero como siempre, la inseguridad de Tito nos detuvo  por más tiempo. Ya parecemos guerreros pero necesitamos una bestia para hundirle nuestras armas Dijo. ¿Una bestia? Pregunté. Mi amigo era un caprichoso y estaba dispuesto a llevar las cosas hasta su última consecuencia si no se le prestaba atención. Sería ridículo llegar de caballeros con armadura y no representar una batalla Continuó. ¿Y de dónde vamos a sacar a nuestra bestia? Y  apenas formulé aquella pregunta, ambos dirigimos la mirada al tapete donde se hallaba dormida Canela, mi perra.
De inmediato le quité la pantalla a mi lámpara y se la coloqué a la Canela en el cuello tras unos forcejeos de por medio. La perra realizó un par de intentos con las patas para quitarse aquel objeto, pero ya había hecho costumbre pues no hacía mucho el veterinario le colocó una férula en su extremidad y también un collarín muy parecido para evitar que se mordiera el vendaje. Después, le adornamos su collar con papel de china  simulando unos picos. En la cola le amarramos un recorte de cartón parecido al de una punta de lanza. Una hora después, salían de mi casa dos guerreros con armadura acompañados de una bestia idéntica a un crío de dragón.
La fiesta fue típica de Guatemala: comimos fiambre, bailamos un poco y los mejores disfrazados se esforzaban por actuar su personaje. Fue entonces cuando  Tito insistió con lo de representar una batalla. Yo amago a la Canela con el cuchillo, la enfurezco y comenzamos la pelea, mientras tu subes a la barda y cuando la perra me tenga en el suelo le saltas encima y finges matarla
 Maldita la hora en que le hice caso. Salí de la fiesta, di una vuelta a la manzana y escalé la barda de un terreno baldío que colindaba con el jardín donde se llevaría a cabo nuestro espectáculo.
Cuando asomé la cabeza no se oía ruido, pero supongo que Tito vio una parte de mi cabellera y comenzó a gritarme algo que no entendí. Decidí arriesgarme a echar a perder el numerito y ver qué sucedía. Asomé medio cuerpo por la barda y Tito me gritó algo que seguí sin comprender porque todos estallaron en risas, con las piernas temblorosas me paré en la barda para intentar descifrar lo que mi amigo decía. Ya no se puede hacer nada, la Canela se escapó tras de ti Dijo Tito y al momento de su frase, la perra ladró en el lote baldío y cuando volteé a verla, me desequilibré, caí de costado y perdí el sentido.
Me dieron alcohol para reaccionar y mi madre fue a recogernos en el auto. Tito y yo atrás, la Canela de copiloto. Durante el camino mi amigo traía una cara de risa mal lograda, de querer carcajearse y no hacerlo por respeto. ¿Qué fue lo que pasó? Ya sabes lo que pasó, le contesté. Mejor dime tú cuanto tiempo estuve desmayado, qué hicieron cuando vieron que me caí Pues nada, que nos vamos corriendo a darle la vuelta a la calle, pero cuando llegamos ya no estabas desmayado, te veías como aturdido pero bien vivito Me dijo y después volvió a preguntarme: ¿En qué pensabas cuando te desmayaste? Como se ve que nunca has perdido el sentido, uno no piensa nada ¿Y entonces? Entonces qué le contesté-  pues nada, que cuando desperté, la Canela aun estaba ahíAhhh dijo el plagiario y se quedó pensativo.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Sólo por llevar la contra

Bueno, pues durante algunas semanas estará disponible Sólo por llevar la contra, una serie de poemas que forman parte de un libro que entregaré el próximo año para su publicación. Acá una probadita. Espero los disfruten.


jueves, 14 de junio de 2012

Luis Bernardo Pérez sobre Ladrón de dinosaurios*

Aunque Editorial Ficticia ha publicado dentro de su colección Biblioteca de Cuento Contemporáneo (antes Biblioteca de Cuento Anís del Mono) a varios autores consagrados, como José de la Colina, Agustín Monsreal, Gerardo de la Torre y David Olguín, por mencionar sólo a unos cuantos, lo cierto es que su catálogo está formado, básicamente, por autores noveles (algunos muy jóvenes y otros ya no tanto).
En efecto, basta echar una mirada a los casi un centenar de volúmenes que componen dicha colección para percatarse de que la mayor parte fueron escritos por cuentistas que comenzaban a incursionar en el mundo de las letras, y en muchos casos se trató de su primer libro. Ésta ha sido la característica principal de la serie, su rasgo más definitorio.
Es claro que una fórmula así conlleva un gran riesgo para cualquier editor. Apostarle a autores y autoras que pocos conocen porque apenas comienzan a cultivar el oficio, es un albúr que se juega la editorial y que, como es de suponerse, no siempre sale bien. Hay escritores publicados por Ficticia que en su momento prometían mucho y de los cuales ya no volvimos a saber nada. Quizá se pusieron a escribir poesía, a vender productos naturistas o se lanzaron como diputados. Quien sabe. Sin embargo, buena parte de los narradores y narradoras que han aparecido bajo el sello de Ficticia, siguieron haciéndolo con éxito. Algunos de incluso han ganado premios y obtenido becas.
Esto último obliga a reconocer el buen ojo de los editores, específicamente de Marcial Fernández, de Mónica Villa y de Raúl José Santos, quienes han sabido elegir de entre la enorme cantidad de jóvenes que hoy en día escriben relatos, aquellos que poseen verdadero talento. No siempre le atinan, es verdad, pero el porcentaje de aciertos es bastante alto. Esto lo digo con absoluto conocimiento de causa, pues he leído casi todos los libros de la colección, desde los primeros volúmenes hasta los más recientes.
No es necesario decir que, en muchas ocasiones, Ficticia se ha visto obligada a publicar algunos libros por compromiso o por razones extraliterarias (generalmente económicas). No obstante –repito e insisto–, la mayor parte de las veces se ha tratado de apuestas de los editores, y en un alto porcentaje tales apuestas han resultado afortunadas. Esto no se ha traducido en ganancias económicas para la editorial (brincos dieran). Ello se debe, entre otros motivos, porque la gente de Ficticia y en particular Marcial Fernández no sabe hacer negocios. Eso es un hecho. Si supieran, publicarían obras de autoayuda. O, mejor aún, no estarían tratando de vender libros en un país en el que, como sabemos, no se lee; estarían, en lugar de eso, regenteando un bar o un restorán de comida yucateca.
Sin embargo, aunque no hayan hecho dinero, si han contribuido a inyectar vitalidad a nuestras letras dando a conocer el trabajo de entusiastas y talentosos escritores que todavía tienen mucho que decirnos y que sin duda lo harán. Me atrevo a afirmar que ninguna otra editorial de las llamadas “independientes” ha dado a conocer tal cantidad de nuevos cuentistas. Todo ello en bellas y cuidadas ediciones, cuya maqueta original, diseñada por Rodrigo Toledo, se ha convertido en una de las marcas más reconocibles de la mencionada casa editora.
A esta nómina de talentosos cuentistas debemos agregar ahora a Eric Uribares, cuyo volumen de cuentos Ladrón de dinosaurios tenemos el gusto de presentar esta noche en tan digno recinto. Si bien no conocía personalmente al autor, estaba familiarizado con parte de su trabajo. El relato titulado “Santo contra los párvulos”, con el cual ganó el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo y que aparece en el volumen recopilatorio El espejo de Beatriz, también publicado por Ficticia, me pareció y me sigue pareciendo una pequeña joya de humor y agudeza. Este relato forma parte también de Ladrón de dinosaurios y recomiendo a quienes compren el libro (que espero sea la mayoría de los presentes) leerlo en primer lugar.
Ladrón de dinosaurios se inscribe en una tradición cuentística con la que me siento plenamente identificado. Es aquella que, sin descuidar el estilo, la caracterización de los personajes, la atmósfera y los demás componentes del relato, privilegia la anécdota.
En efecto, las diez historias que del volumen son, antes que otra cosa, verdaderos prodigios anecdóticos; cada una de ellas nos cuenta algo que merece ser contado y leído, y que nos atrapa desde las primeras líneas. Son historias ingeniosas cuya engañosa facilidad y hábiles giros argumentales justifican con creces su lectura. Además, la aparición en casi todos los cuentos de celebridades pertenecientes a la cultura y las letras nacionales constituyen parte esencial del disfrute que se obtiene al leer el volumen.
Les voy a hacer una confesión: nada me produce más desconfianza que escuchar a un reseñista o a un crítico literario elogiar a una obra narrativa diciendo que lo importante de tal cuento o novela no es la historia en sí, sino “la magistral pirotecnia verbal desplegada por el autor”. De igual modo huyo de cualquier libro cuyo texto de cuarta de forros afirme que “el verdadero interés d este libro no está en sus historias sino en el lenguaje mismo”. Del mismo modo, me repele aquella literatura cuyos editores califican de “densa y mineral”, o bien de “profundamente comprometida con su circunstancia sociopolítica”.
Por fortuna, el libro de Eric Uribales no despliega ninguna “pirotecnia verbal”, la cual suele ser un recurso para ocultar tras un cúmulo de palabras la ausencia de historia. El suyo es un lenguaje eficaz y directo, despojado de ornamentos innecesarios, que cumple con el objetivo para el que fue concebido: narrar una historia. Aquí, el verdadero protagonista no es el lenguaje, sino la trama, y gracias a Dios, no encontramos una prosa “densa y mineral”. En cuanto a si sus cuentos están o no “profundamente comprometidos con su circunstancia sociopolítica”, no soy la persona más calificada para decirlo. Porque, lo que me gusta de un cuento, y lo que me encanta de este volumen en particular es el gusto del autor por una buena historia; una historia contada con ingenio, humor, malicia y agilidad. Son cuentos que parten de sucesos cotidianos y que, mediante un pase de prestidigitador inspirado, se vuelven sorprendentes y, por extensión, memorables.
En efecto, el libro de Eric está lleno de pasajes memorables, algunos enigmáticos, como los ires y venires de un misterioso Mario Vargas Llosa, otros hilarantes, como las maniobras de un coscolino poeta llamado Jaime Sabines o la iracunda reacción del narrador del cuento que da título al libro, “Ladrón de dinosaurios”, quien se siente víctima de un plagio por parte de un célebre autor. En otro cuento nos encontramos con los miembros de un jurado literario que está a punto de fallar un concurso de novela. Al leer este relato, y al ver la manera en la cual eligen al ganador, a uno se le quitan las ganas de participar en este tipo de certámenes…
Finalmente quiero destacar otra virtud de los relatos que hoy nos ocupan. Me refiero a su astucia. He llegado al convencimiento de que buena parte de un cuento logrado, de un relato que da en el blanco, se encuentra en la astucia del autor, la cual se advierte en una serie de rasgos que aparecen con claridad en Ladrón de dinosaurios. Por astucia entiendo, entre otras muchas cosas, la capacidad del narrador para confiar en la inteligencia de su lectores, lo cual le evita tener que explicarlo todo; hay una alianza con el lector inteligente, el cual entiende el juego que se le propone y está dispuesto a participar en él. Otro rasgo tiene que ver con el humor empleado por Eric Uribares, quien evita el trazo grueso o la broma fácil, a favor de una ironía socarrona y punzante que mucho se agradece. Asimismo, puedo mencionar su buena mano para cerrar un relato; sus finales pueden ser inesperados o no tanto, pero en todos los casos resultan consecuentes y elegantes. Representan esa pincelada final que permiten que la historia se quede en nuestra memoria mucho tiempo después de leído el cuento.
En fin, no quiero contar más de lo necesario sobre el contenido de Ladrón de dinosaurios para no echarle a perder a nadie el disfrute del libro. Me limito a recomendarles ampliamente su lectura y felicitar a Eric por tan atractivo y ameno conjunto de historias.


*Reseña leída durante la presentación del libro en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes el miércoles 6 de junio de 2012

jueves, 7 de junio de 2012

Texto leído en la presentación de "Ladrón de dinosaurios"


Buenas noches a todos.

Hace unas semanas, Marcial Fernández escribió en su columna que aparece en El economista, acerca de la situación de las editoriales independientes en nuestro país, concretamente, hacía referencia a la proliferación de éstas. Tiene razón, y qué bueno, me gusta pensar en ellas como la válvula de una olla exprés que guarda las letras de un país que tiene mucho que decir.

Publicar en esta editorial, Ficticia, me llena de gusto, no sólo porque Ficticia se ha convertido en un referente para los cuentistas de México, sino porque, cuando un editor con la experiencia de Marcial se fija en ti, es difícil no estar agradecido. Ser editor en un país con una política cultural con muchas deficiencias es un asunto de valientes, sobrevivir de los libros en un país que le tapa el ojo al macho becando “Jóvenes creadores” sin preocuparse por hacer“Jóvenes lectores”, es un asunto titánico.

Y hablando de editores, hace unos días pensaba que es precisamente la figura del editor, la gran ausente en los cuentos de Ladrón de dinosaurios. A decir verdad, no sé por qué no se me había ocurrido hacer una historia sobre ellos, quizá, porque por mucho tiempo mis relaciones vivenciales -por así decirlo- con la literatura, se limitaban a los escritores que conocía en persona gracias a las presentaciones de sus libros, y a la convivencia con mis colegas en el taller de Beatriz Espejo en la Facultad de Filosofía y Letras, o en el de Raúl Parra, en Ciencias Políticas.

Fue precisamente en estos talleres donde inició la aventura de Ladrón de Dinosaurios. Decidí que Juan Rulfo, Jaime Sabines, José Agustín, Augusto Monterroso, Mario Vargas llosa y Octavio Paz, entre otros, fueran los personajes de estos cuentos a sabiendas de que atentaba contra las buenas conciencias de la literatura mexicana, y cuando digo las buenas conciencias, no me refiero a ellos, los escritores; sino a toda esa aura que los rodea, aura creada por alumnos lambiscones, funcionarios cuidachambas, lectores en busca de mesías y un sin número de etcéteras que miran o tratan al escritor como un hombre dotado por las musas.

Recuerdo haber leído Los amorosos callan alguna vez en el taller de Beatriz Espejo y recuerdo haber salido mal parado. Los cuestionamientos y críticas rondaban en el tema de la verosimilitud, pues había quienes decían que era fundamental hacer una investigación sobre los gustos y las costumbres ordinarias de Jaime Sabines. A mí, francamente me parecía que si a Jaime Sabines le gustaban o no las paletas de nanche, si era o no, un mujeriego, tal y como afirmo en la historia, es lo de menos; la verosimilitud existía porque existía esa posibilidad dentro del texto.

Algo parecido sucedió con el cuento Santo contra los párvulos, leído en el entonces taller de Rafael Ramírez Heredia. El cuestionamiento era similar: importaba o no que en la llamada vida real, el Santo hubiese tenido una cicatriz en la nalga. Para mí, por supuesto, no importaba, mi Santo, el de mi cuento, tenía una cicatriz en el glúteo producto de un botellazo en el cuadrilátero. En el 2008, ese texto fue reconocido en el Certamen Nacional de Cuento de, quién lo dijera, Beatriz Espejo. A partir de ese hecho, fue recopilado por esta editorial en la antología El espejo de Beatriz y de esa manera, fue que conocí a Marcial, y tiempo después, le entregué una versión de Ladrón de dinosaurios y me dediqué a acosarlo para que lo publicara.

Lo buscaba en los bares y cantinas, lo espiaba en los juegos de su equipo de fut, lo llamaba a altas horas de la noche, enviaba mensajes a su mail con textos que decían algo así cómo, “oiga señor Marcial, ya leyó usted a Eric Uribares, yo creo que debería publicarle un libro...” y bueno, pues tanto va el agua al cántaro hasta que se presenta el libro.

Hace unos días que pensaba en estos textos, recordé, Servicios profesionales, el cuento que abre el libro y el cual fue escrito hace aproximadamente 6 años; en aquel entonces, me pareció que hacer una historia sobre unos sicarios que se anuncian en el periódico como cualquier oficio, resultaba atractivo porque jugaba con el absurdo. Hoy, 6 años y 60 mil muertos después, el cuento podría pasar desapercibido entre las notas de cualquier diario.

Sería necesario decir que, no obstante el buen número de literatura, sobre todo de novelas, que se han escrito recientemente acerca del narcotráfico y la violencia que se vive en nuestro país, la ficción literaria tendrá que buscar nuevos derroteros si quiere mantener su capacidad de revelación ante una realidad que se desbordó, con toda su totalidad y de todas las formas posibles, sobre una sociedad que se ha debatido siempre entre el sueño y la vigilia.

Es un reto para los narradores mexicanos actuales, retomar la supremacía de la ficción sobre la realidad.

Ladrón de dinosaurios no pretende eso. Es la suya una apuesta más humilde, pero muy honesta. Los demás adjetivos les corresponde a ustedes ponerlos.

Muchas gracias.  

Ciudad de México
Palacio de Bellas Artes
6 de junio 2012

sábado, 26 de mayo de 2012

Texto leído por Alejandra Vergara durante la lectura-presentación de Ladrón de dinosaurios*


 Cundo Eric me pidió, por twitter, que presentara su libro, pensé que se trataba de un libro de poesía y muy segura le dije que sí. Porque yo conocía entonces su poesía y me parecía buena. Al par de días me enteré que era un libro de cuentos. Me puse nerviosa.  ¿Qué tal que no me gusta? ¿Qué tal que no encuentro nada que decir? ¿Qué voy a hacer si el libro me resulta ilegible? Alegar una enfermedad, pensé. Algo contagioso: influenza. No, no, algo menos común: lepra. Decir: Eric lo siento mucho pero tengo lepra, no voy a poder presentar tu libro. Te la debo. Pero, para mi fortuna, cuando me entregaron Ladrón de dinosaurios y me senté a leerlo me lo eché de un tirón, y no sólo eso, también me divertí mucho. Entonces, como disfruté el libro, puedo estar aquí y hablar de él sin preocupaciones. 

De niña me encantaban los dinosaurios. Me parecían seres casi mitológicos. Me parecía sorprendente que esos dragones ancestrales, con sus dientes filosos o sus crestas grandísimas hubieran sido reales, que se hubieran paseado por la tierra como lo hacemos nosotros ahora. Lo que más me asombraba de los dinosaurios era justamente eso: que estaban, en mi imaginario, en el límite entre la mitología y lo real, lo de carne y hueso. 

Si bien el título “Ladrón de dinosaurios” sale de un cuento homónimo dentro del libro en el cual se habla del Cuando despertó el dinosaurio todavía seguía ahí, de Monterroso; pensé que era un título que permitía otra interpretación. Pienso en los narradores de estos cuentos como ladrones de dinosaurios. Me explico: a través de las páginas del libro van desfilando diferentes personajes que ya tienen construida una mitología: Monterroso, Rulfo, Vargas Llosa e incluso otros dinosaurios que si bien no tienen nombre representan a diversos seres que habitan en el campo de la literatura. La figura del escritor es nuestro dinosaurio contemporáneo. “Es que fulano es escritor” nos dicen y de inmediato Fulano se llena de esa aura mística, de esa pureza corrupta de ese aire mitológico que nos dejó bien heredado la bohemia de finales del XIX. Uno mismo (o bueno, no sé si todos, pero hablo por lo menos de mi caso), que de pronto escribe un cuento o que pega por ahí un par de versos, tiene mucho cuidado de no decirlo, de que no se salga por ahí un “soy escritor”. Porque hay una construcción en torno a la figura del escritor y es una construcción tan fuerte como arcaica.

El escritor es de carne y hueso. Es en este sentido que afirmo que los cuentos de Eric están llenos de dinosaurios y de sus ladrones. Hay, en sus relatos, no en todos, pero en la gran mayoría, una desacralización del escritor y del campo literario. Los personajes que fungen como ladrones, es decir, como los agentes encargados de negar lo mitológico de los escritores y volveros de carne y hueso, son personas comunes: una vendedora de paletas, un veterinario, el dueño de un prostíbulo e incluso un parásito. Los cuentos plantean así un nuevo acercamiento al escritor, donde éste queda representado como un ser común y corriente.  El dinosaurio no es mitología: existió y era un animal como un animal es una vaca o un perro o una cucaracha. 

Me gusta esa propuesta. No sólo porque los cuentos resultan muy divertidos  al burlarse y mostrar lo real de una figura comúnmente sacralizada, sino también porque proponen una postura más sensata ya no frente a la figura del escritor sino frente a la literatura. Frente a la literatura en español, para ser más precisa. No sé qué ocurre en nuestra literatura que, salvo ciertas y poquísimas excepciones, el humor ha quedado relegado.  Es como si el humor fuera considerado otra cosa. ¿Qué cosa? Lo que sea, pero no literatura. Fenómeno que no ocurrió, por ejemplo con las letras inglesas. Actualmente, me parece que hay una especie de rescate y de defensa en el humor literario y creo que Ladrón de dinosaurios se puede inscribir en esta defensa y ya no sólo por el propio humor en los relatos sino por el ejercicio desmitificador que éstos realizan. 

No me parece fortuito que el único ser mitológico, el único dinosaurio, que sale ileso en este libro sea parte de la cultura popular: el Santo. En “El Santo contra los párvulos” todo parece indicar que el proceso desmitificador se llevará a cabo del mismo modo que ocurre con los diversos escritores que aparecen en el libro; sin embargo, Eric decide perdonarlo. Decide mantenerlo como la figura intachable, como el superhéroe, como el gran luchador. Me gusta esa decisión, esa afirmación. Es como decir: podemos dudar de Rulfo, puede que Jaime Sabines no haya sido un señor intachable, puede que los concursos literarios estén comprados, se puede sospechar de los escritores y de la literatura, porque para seres intocables, para seres mitológicos no están esos dinosaurios, para seres fantásticos nacionales, ahí estará siempre el Santo.

*Jueves 24 de mayo de 2012, San Pedro Cholula.

miércoles, 25 de abril de 2012

Ábacos

esferas de colores
para jugar al mundo
exacto

todo operación aritmética
que no pueda
hacerse con ellos
intrascendente es
para ti y para mí

lo único
que nos sobrevivirá
sólo puede sumarse
o restarse
con los dedos

viernes, 30 de marzo de 2012

Almohadas

en su cuerpo
descanso 
mi cabeza
que es pájaro 
plumaje de pesadillas
y confieso mis noches
con gusto a salitre
estos ires y venires
que a veces son tu rostro
y a veces nada
espero
entonces
que ellas me aconsejen
y sean oráculos de algodón
durante el sueño
vuelto mudo
colibrí
inatrapable

miércoles, 14 de marzo de 2012

Candados

guardianes mancos
que hambrientos viven
llevándose a la boca
el muñón de plomo
del brazo 
que les cuelga
mientras resguardan
su tesoro
la pesadilla
clausuran puertas y ventanas
de sótanos heridas
en las que a menudo
nos sorprendemos
atrapados
tú y yo
respirando por la cerradura
 

miércoles, 7 de marzo de 2012

Tijeras


inconfundible
el triángulo de aire
que forman sus navajas
al abrirse
justo antes
del metálico beso entre ambos filos
furia de amantes
que desgarran rompen
parten
a quien se halle en medio

miércoles, 29 de febrero de 2012

Botellas


introducirles un mensaje
y arrojarlas al mar
u abandonarlas en el autobús
o en el sillón del restorán
es un acto banal
una cursilería

en estos tiempos
de asombro devorado por los gb
si alguien encuentra
una botella preñada
con nuestra caligrafía
seguro
lamentará
no haber hallado
una Cocacola

martes, 28 de febrero de 2012

Ligas


la madre
de mi amigo de infancias
las usaba
para aprisionar la quincena
bajo el sostén
a un lado del escapulario
y encima de una cicatriz
que nacía en su barbilla
se desparramaba
blanquecina por el cuello y
d
e
s
c
e
n
d
í
a
a las áreas del escote
que yo
a mis 10 años
miraba con atención
porque de vez en vez se dibujaban
los billetes amarraditos con ligas
y los pezones

lunes, 27 de febrero de 2012

Fósforos

ocasionalmente raspo su cráneo
contra la lija
sin necesidad
me gasto una cajetilla
por el capricho de ver
esa migraña de lumbre 
iluminar un segundo
el siempre hueco en que vivo

y bajar después
en forma de ardor
desnutrido de madera
a morirse entre mis dedos

sábado, 25 de febrero de 2012

Las sombrillas

se dilatan
como pupilas
con sus arterias
de aluminio
que se abren
de noche
a mitad de la calle
esperando 
que llueva silencio
todo por siempre

jueves, 9 de febrero de 2012

7


un eclipse
total de sol
se produce
cuando
interponemos
la moneda de
un dólar
entre nosotros y
el astro rey
entonces la sombra
que se proyecta
oscurece
a la mitad
del planeta.

miércoles, 1 de febrero de 2012

6


En la novela
Peter Pan
pierde su sombra
se le desprende
cuando salta por la ventana
y ésta se cierra
de golpe tras él
la guardan en un cajón
y luego Wendy
se la vuelve a coser
dice la Wikipedia
y yo no he añadido
ni una jodida coma
a la historia
sólo hice click copy-paste
y éste no es un poema
es un cuento escrito
en forma de columa, no se vaya
a pensar que aspiré
a escribir en versos
y estrofas.

5



Soy una sombra
una simplísima
proyección oscura
que un cuerpo lanza
en el espacio
en dirección
opuesta a aquella
por donde viene
la luz
según unas de las 15
acepciones de la RAE
en su vigésima segunda edición
que consta de 83431 lemas
y 55442 artículos enmendados

soy una simplísima sombra
la manchita oscura
que te persigue aunque no
te guste dice un niño a otro
en el parque

hace mucho ya
que los diccionarios están de sobra.

viernes, 27 de enero de 2012

4



Toda obra
de arte comienza
como una mancha
oscurísima.
Ahí está
Da Vinci quien
pintó una sombra
que con los días
tomó forma
de mujer y sonrisa.


jueves, 26 de enero de 2012

3


es la casa
de la risa
son las sombras
de los idos
reunidas
las que entienden
el chiste
y se carcajean
mientras escupen
su saliva de petróleo
y tú y yo
crisálidas de la cordura
con nuestras sombras
ensombrecidas
tan tristes
que no reirían
ni aunque les hiciésemos
cosquillas.

miércoles, 25 de enero de 2012

2


Con esos rascacielos
y muros de cristal
tu sombra y la mía
buscan espacio
que habitar
una esquina
de barrio viejo
carcomida de humedad
alquiler barato
agua corriente donde
se diluya la memoria
de la sombra que busca
hogar y yo le ofrezco
el poema
ven le digo
vive aquí.

lunes, 23 de enero de 2012

1


subo y bajo
los interruptores

la sombra nace
la sombra crece
también se reproduce
la sombra que muere

en 2 segundos
sabe lo que yo
en 80 años.

martes, 17 de enero de 2012

Contra los héroes

Guardo bajo la cama
una colección de cráneos
anudándose con sus lenguas
que salivan mi desesperanza

decapité primero
al Hombre Araña
siguieron
Ernesto Guevara
Pablo Neruda     Lennon
                   y el diablo

en estas noches mías
hasta el apocalipsis exhala
un tufillo de ternura.

domingo, 15 de enero de 2012

Contra las historias de príncipe azul


De uno en uno
Blanca Nieves
devoró a los enanos

de una en una
brotaron 7 alas
en su espalda
y echó a volar antes
del príncipe y la bruja

ignoro si alguien
fue feliz por siempre.

sábado, 14 de enero de 2012

Contra los currículum vítae


Allá van todos
con su hoja de vida
forrando la piel
colegios becas ovaciones
primeros lugares
aromas de condecoración
aspiraciones de sueldo en todas
                                  [sus esquinas

la mía es un papelillo doblado
que antes envolvía un chicle
tiene una solitaria línea:
vivo y en esas sigue, dice.

viernes, 13 de enero de 2012

Contra la trascendencia

Mírate Eric
habrás de morir dentro de poco
aunque pasen 50 años
será dentro de poco
tus letras arderán contigo
no vivirás fantasma en el poema
no serán tus versos mausoleo
tampoco habrá un más allá
atrás de tus ojos
es momento de comenzar
a despedirse.

jueves, 12 de enero de 2012

Contra los atajos

Es cierto
yo asesiné
al Minotauro
pero quedó
intacto
el laberinto
coge mi mano
andemos
el camino
retorcido en
espirales
que son cloacas
por encima
de la tierra.

miércoles, 11 de enero de 2012

Contra los micrófonos

Desconozco
esa voz mía
camaleón
que se crió
en la garganta
y de pronto escucho
multiplicarse
en la nada
como un eco que
vomita otro eco
como si el aire
tuviese esquinas
y en ellas yo fragmentado
con esa voz tan ajena
a mis entrañas;

pienso en los mudos
que nunca sabrán este ardor
de gemelo que canta
mientras dormimos.

lunes, 9 de enero de 2012

Contra el árbol genealógico

Voy a poner una bomba
en la escalera de mi adn
ser yo nada más
sin el lastre de la sangre
cambiarme el apellido
cada tercer día
desconocer a mis viejos en la calle

decir yo no tengo madre
soy el bastardo más grande
en esta historia.

martes, 3 de enero de 2012

Los matones de Carlos Fuentes (primera entrega)


Pues ya saben que ahora la tecnología todo lo facilita y todo lo permite, aunque la frase sea superflua, en algunos casos es cierta. Antes uno podía enviarle misivas a su escritor favorito y sentarse a esperar la respuesta mientras imaginaba, con el paso de los días, la ruta que seguía la epístola, misma que muchas veces era ignorada por múltiples factores que iban desde el desinterés del interlocutor, hasta el cambio de domicilio de éste.

Bueno, digo todas estas obviedades como preámbulo a la historia que voy a contar. Resulta que desde hace varios años sostengo conversaciones (y otros intercambios poco amables) de correo electrónico con Carlos Fuentes. Él no es mi escritor favorito y supongo que yo tampoco soy su lector predilecto, y si en algún momento nos enganchamos en el intercambio de opiniones, esto se dio gracias a la necesidad del insulto abierto y facilón al que tienden los escritores con todos aquellos que los cuestionan.

Carlos Fuentes fue el primero en abrir fuego ante un comentario mío con respecto a su muerte, cuando, años atrás, publiqué en un diario de circulación universitaria una esquela con su nombre. El señor Fuentes mandó un muy conciso mail a la redacción: “Me parece una broma de mal gusto. Por supuesto, no he muerto. Me preocupa su falta de profesionalismo”. Ese mismo día apareció un comunicado desmintiendo el deceso del escritor.

Antes de abandonar mi oficina en el periódico (fui despedido, claro está), copié la dirección de correo electrónico y la respondí desde mi dirección personal. La respuesta también fue precisa: “Me preocupa que usted no sepa distinguir entre una broma, y una metáfora sobre su carrera literaria”. Y así empezó todo.

Y fue entonces que recibí mi primera lección importante en el mundillo de las letras: uno puede escribirle cientos de veces a un escritor para pedir una opinión sobre sus primeras edificaciones literarias y puede quedarse esperando para siempre, pero, si uno osa mofarse o recurrir al sarcasmo, estén por seguros que obtendrán una respuesta colérica y sin precedentes. Eso fue lo que pasó conmigo, y ésta, es la historia:

domingo, 1 de enero de 2012

Contra las aspirinas

mira cómo todos huyen
su dolor chiquito    lo fugan
en estampidas de acetilsalicílico
igual a montar ovejas
que balan y balan
por la sangre y las infancias
y todo enmudecen
al encapsular del cuerpo
su sordera en 250 miligramos

yo únicamente digo:
sólo en los mundos perfectos
que no existen
en las novelas de bostezo
o guiones paliduchos
a los personajes no les duele
nunca la cabeza.