Me gusta contar, contar hasta mil o hasta el infinito, contar los números primos o las primas vacacionales, contar, sumar, adicionar, mantener los días congestionados de números, de fechas o teoremas, de qué numero calzas y cuántas calorías, qué hora es en Madrid y dime tu teléfono.
La desesperanza es la ausencia de números, pienso.
Recuerdo el día que se paró desnuda sobre la cama para verse en el espejo. Abrió las piernas y sacó el vientre, se tocó las lonjas con asombro. Me pidió que le midiera el busto y las caderas y la panza y las piernas. Y yo lo hice con entusiasmo. Y medí y desmedí y deduje e inventé.
Supe que su pierna corta era la derecha.
Hace tiempo fui al desierto con dos compas. Tragamos honguitos y yo no paré de hablar con los números. Primero me saludó un número Nueve, que en realidad era Una número Nueve, muy sensual aunque recatada. Hablamos de poesía, de poesía mexicana, de Los contemporáneos, de Salvador Novo, de Villaurrutia (que también se apareció, le dije que lo admiraba y me quiso coger, tuve que golpearlo) al final, Nueve se marchó sin avisar. También hablé con un número Siete y con un número Dos. Ambos de charlas insípidas pero aspecto de carnaval. El Diez llegó con su tacuche de Romano, Diez Romano, una equis imponente, torpe, pero imponente.
Cuando aterricé del viaje vomité un chingo de veces, no las conté, pero más de diez seguro.
Pon tu pie aquí. Dónde, preguntaste. Aquí, en esta línea. Para qué. Nada más, quiero saber cuántos pies tuyos se necesitan para llenar la habitación vacía. Estás loco, sonreíste. Anda, pon tu pie. No servirá de nada. Ya verás que sí, quieres apostar, pregunté. Las apuestas no me gustan, son cosas del diablo. Las cosas del diablo son nuestras cosas, sentencié.
Me gusta contar, contar hasta mil o hasta que sus pies llenen las habitaciones, sumar o adicionar los números que bailan en una fiesta sicodélica, mantener los días atiborrados de sus medidas y de tus medidas y de las medidas de todas las mujeres del mundo, y que sus piernas midan lo que miden las apuestas o los teoremas o las calorías o las llamadas a Madrid, quiero vestir a la desesperanza con un traje negro de diez romano, imponente, torpe, pero imponente.
12 comentarios:
anda.. los números lo poenen melancólico.
Las bolas del diablo.
Ya sabe que es bueno contar con uno o con tres.
Me gusta mas el 11 es doblemente mejor que un 1 y no tan pretencioso como un sangron 2.
SalU2
A mí me gusta el 7 que representa la totalidad del universo en movimiento, ya que surge de la suma del 4 (mujer) que es la tierra y sus puntos cardinales y el 3 (hombre) que es el cielo. Hipócrates dice que por sus virtudes escondidas, el 7, mantiene todas las cosas en el ser; dispensa vida y movimiento; influye hasta en los seres celestiales. Entre los egipcios es símbolo de vida eterna.
Simboliza un ciclo completo, una perfección dinámica, la totalidad.
en este texto se rifó usted el físico, Comandante, con todo y riñoncito
besos
Es un buen hábito ese de contar. Gran texto
Creo que la desesperanza se distrae contando. A mí me gusta más vestirla con letras, suaves y tibias, equívocas y sin embargo precisas.
Un abrazo, señor.
Tons estoy jodida... como que me dan fobia, menos los pares.
a q cabalisto me salió usté... saludines y muy buen post don isteriquillo
prffffff
no no no es cabalisto es cabalistico, sorry
Aprovechando que los números vienen, haga su quiniela.. quién quita...
Oiga usted! Qué pitagórico se nos pone con el nuevo año!
hongos en el desierto? Luego me dices por donde más o menos... jejeje!!
a mi me gusta el numero 3 y 8
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