Aunque Editorial Ficticia ha publicado dentro de su colección Biblioteca de Cuento Contemporáneo (antes Biblioteca de Cuento Anís del Mono) a varios autores consagrados, como José de la Colina, Agustín Monsreal, Gerardo de la Torre y David Olguín, por mencionar sólo a unos cuantos, lo cierto es que su catálogo está formado, básicamente, por autores noveles (algunos muy jóvenes y otros ya no tanto).
En efecto, basta echar una mirada a los casi un centenar de volúmenes que componen dicha colección para percatarse de que la mayor parte fueron escritos por cuentistas que comenzaban a incursionar en el mundo de las letras, y en muchos casos se trató de su primer libro. Ésta ha sido la característica principal de la serie, su rasgo más definitorio.
Es claro que una fórmula así conlleva un gran riesgo para cualquier editor. Apostarle a autores y autoras que pocos conocen porque apenas comienzan a cultivar el oficio, es un albúr que se juega la editorial y que, como es de suponerse, no siempre sale bien. Hay escritores publicados por Ficticia que en su momento prometían mucho y de los cuales ya no volvimos a saber nada. Quizá se pusieron a escribir poesía, a vender productos naturistas o se lanzaron como diputados. Quien sabe. Sin embargo, buena parte de los narradores y narradoras que han aparecido bajo el sello de Ficticia, siguieron haciéndolo con éxito. Algunos de incluso han ganado premios y obtenido becas.
Esto último obliga a reconocer el buen ojo de los editores, específicamente de Marcial Fernández, de Mónica Villa y de Raúl José Santos, quienes han sabido elegir de entre la enorme cantidad de jóvenes que hoy en día escriben relatos, aquellos que poseen verdadero talento. No siempre le atinan, es verdad, pero el porcentaje de aciertos es bastante alto. Esto lo digo con absoluto conocimiento de causa, pues he leído casi todos los libros de la colección, desde los primeros volúmenes hasta los más recientes.
No es necesario decir que, en muchas ocasiones, Ficticia se ha visto obligada a publicar algunos libros por compromiso o por razones extraliterarias (generalmente económicas). No obstante –repito e insisto–, la mayor parte de las veces se ha tratado de apuestas de los editores, y en un alto porcentaje tales apuestas han resultado afortunadas. Esto no se ha traducido en ganancias económicas para la editorial (brincos dieran). Ello se debe, entre otros motivos, porque la gente de Ficticia y en particular Marcial Fernández no sabe hacer negocios. Eso es un hecho. Si supieran, publicarían obras de autoayuda. O, mejor aún, no estarían tratando de vender libros en un país en el que, como sabemos, no se lee; estarían, en lugar de eso, regenteando un bar o un restorán de comida yucateca.
Sin embargo, aunque no hayan hecho dinero, si han contribuido a inyectar vitalidad a nuestras letras dando a conocer el trabajo de entusiastas y talentosos escritores que todavía tienen mucho que decirnos y que sin duda lo harán. Me atrevo a afirmar que ninguna otra editorial de las llamadas “independientes” ha dado a conocer tal cantidad de nuevos cuentistas. Todo ello en bellas y cuidadas ediciones, cuya maqueta original, diseñada por Rodrigo Toledo, se ha convertido en una de las marcas más reconocibles de la mencionada casa editora.
A esta nómina de talentosos cuentistas debemos agregar ahora a Eric Uribares, cuyo volumen de cuentos Ladrón de dinosaurios tenemos el gusto de presentar esta noche en tan digno recinto. Si bien no conocía personalmente al autor, estaba familiarizado con parte de su trabajo. El relato titulado “Santo contra los párvulos”, con el cual ganó el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo y que aparece en el volumen recopilatorio El espejo de Beatriz, también publicado por Ficticia, me pareció y me sigue pareciendo una pequeña joya de humor y agudeza. Este relato forma parte también de Ladrón de dinosaurios y recomiendo a quienes compren el libro (que espero sea la mayoría de los presentes) leerlo en primer lugar.
Ladrón de dinosaurios se inscribe en una tradición cuentística con la que me siento plenamente identificado. Es aquella que, sin descuidar el estilo, la caracterización de los personajes, la atmósfera y los demás componentes del relato, privilegia la anécdota.
En efecto, las diez historias que del volumen son, antes que otra cosa, verdaderos prodigios anecdóticos; cada una de ellas nos cuenta algo que merece ser contado y leído, y que nos atrapa desde las primeras líneas. Son historias ingeniosas cuya engañosa facilidad y hábiles giros argumentales justifican con creces su lectura. Además, la aparición en casi todos los cuentos de celebridades pertenecientes a la cultura y las letras nacionales constituyen parte esencial del disfrute que se obtiene al leer el volumen.
Les voy a hacer una confesión: nada me produce más desconfianza que escuchar a un reseñista o a un crítico literario elogiar a una obra narrativa diciendo que lo importante de tal cuento o novela no es la historia en sí, sino “la magistral pirotecnia verbal desplegada por el autor”. De igual modo huyo de cualquier libro cuyo texto de cuarta de forros afirme que “el verdadero interés d este libro no está en sus historias sino en el lenguaje mismo”. Del mismo modo, me repele aquella literatura cuyos editores califican de “densa y mineral”, o bien de “profundamente comprometida con su circunstancia sociopolítica”.
Por fortuna, el libro de Eric Uribales no despliega ninguna “pirotecnia verbal”, la cual suele ser un recurso para ocultar tras un cúmulo de palabras la ausencia de historia. El suyo es un lenguaje eficaz y directo, despojado de ornamentos innecesarios, que cumple con el objetivo para el que fue concebido: narrar una historia. Aquí, el verdadero protagonista no es el lenguaje, sino la trama, y gracias a Dios, no encontramos una prosa “densa y mineral”. En cuanto a si sus cuentos están o no “profundamente comprometidos con su circunstancia sociopolítica”, no soy la persona más calificada para decirlo. Porque, lo que me gusta de un cuento, y lo que me encanta de este volumen en particular es el gusto del autor por una buena historia; una historia contada con ingenio, humor, malicia y agilidad. Son cuentos que parten de sucesos cotidianos y que, mediante un pase de prestidigitador inspirado, se vuelven sorprendentes y, por extensión, memorables.
En efecto, el libro de Eric está lleno de pasajes memorables, algunos enigmáticos, como los ires y venires de un misterioso Mario Vargas Llosa, otros hilarantes, como las maniobras de un coscolino poeta llamado Jaime Sabines o la iracunda reacción del narrador del cuento que da título al libro, “Ladrón de dinosaurios”, quien se siente víctima de un plagio por parte de un célebre autor. En otro cuento nos encontramos con los miembros de un jurado literario que está a punto de fallar un concurso de novela. Al leer este relato, y al ver la manera en la cual eligen al ganador, a uno se le quitan las ganas de participar en este tipo de certámenes…
Finalmente quiero destacar otra virtud de los relatos que hoy nos ocupan. Me refiero a su astucia. He llegado al convencimiento de que buena parte de un cuento logrado, de un relato que da en el blanco, se encuentra en la astucia del autor, la cual se advierte en una serie de rasgos que aparecen con claridad en Ladrón de dinosaurios. Por astucia entiendo, entre otras muchas cosas, la capacidad del narrador para confiar en la inteligencia de su lectores, lo cual le evita tener que explicarlo todo; hay una alianza con el lector inteligente, el cual entiende el juego que se le propone y está dispuesto a participar en él. Otro rasgo tiene que ver con el humor empleado por Eric Uribares, quien evita el trazo grueso o la broma fácil, a favor de una ironía socarrona y punzante que mucho se agradece. Asimismo, puedo mencionar su buena mano para cerrar un relato; sus finales pueden ser inesperados o no tanto, pero en todos los casos resultan consecuentes y elegantes. Representan esa pincelada final que permiten que la historia se quede en nuestra memoria mucho tiempo después de leído el cuento.
En fin, no quiero contar más de lo necesario sobre el contenido de Ladrón de dinosaurios para no echarle a perder a nadie el disfrute del libro. Me limito a recomendarles ampliamente su lectura y felicitar a Eric por tan atractivo y ameno conjunto de historias.
*Reseña leída durante la presentación del libro en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes el miércoles 6 de junio de 2012
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