Elogio de la pieza ausente es el título de un libro del italiano Antoine Bello. Una novelita en clave policial que devela los secretos de los profesionales del puzzle, de las competencias mundiales de rompecabezas, del armado cronométrico.
El reto es poner la última pieza, la que descubre el secreto de la forma agazapada, y para esto existen multiplicidad de técnicas: la cromática, la geométrica, la de fotografía mental o la fragmentada.
Ultimamente tengo la sensación de un elemento faltante, un eslabón perdido que acompaña mis correrías. Parece que existe algo que no alcanzo a ver, un flanco descuidado, una veta que ignoro pero mediante la que, estoy seguro, transcurre una parte de mi vida que actúa incomprensiblemente, sin explicación, Así de barbas.
La idea anterior me ha llevado a la canabicoreflexión de la vida como rompecabezas. Hay quienes han decididido contruírse a sí mismos empezando por las esquinas, o por las suaves formas de ciertas curvaturas, embonando sus ideas como una procesión de aromas, rastros de pasado o intuiciones de esa geometría personal e imaginaria que es el futuro.
Yo encontré una pieza ausente. Una que estaba ahí, desde hacía tiempo esperando ser colocada sobre la forma agazapada. Ayer borré Sismo y con el clic, se fueron 122 entradas, 15 meses y los chispazos de varios Bien portados. La forografía está terminada.
Aquí esta una primera pieza que busca ya desesperadamente, su pieza ausente, Así de barbas.