jueves, 7 de mayo de 2009

El atún y yo

Una lata de atún es un arma poderosa si la ponemos en manos incorrectas. Hace algunos años me tocó ver el potencial destructivo de un diente de latón afilado en poder de un pacheco con ganas de comer toda la noche. En cuestión de segundos, la promesa de ensaladilla rusa se convirtió en un pulgar desprendido de la mano al 40 por ciento, en un alto surtidor de sangre que el viento arqueaba, en gritos de ardor primero y de desconcierto después.

Media hora antes, nuestro personaje y anfitrión de la fiesta en turno, había despedido a toda la tropa de buenosparatodo que habíamos sobrevivido la parranda. Lo hizo de un modo singular, derrochador y agradable: sirvió tragos hasta el tope, forjó varios churros de marihuana y picó un puñado de líneas de coca sobre la mesa de centro, de modo tal que no hubo alma en pie tras unos minutos.

Tomamos un taxi cuyo despistado conductor supo de nuestro problema varios kilómetros después, cuando la sangre que escurría por el piso del Mercedes (Barcelona) llegó hasta el acelerador. El hombre quizó bajarns en la esquina próxima, no sin antes hablar a una ambulancia para que viniese por nosotros.

-Qué amable es usted don Conductor, nomás que fíjese que no puedo aceptar tan amable oferta porque estoy que me carga la verga de miedo, además traigo a un pinche poeta, promesa de las Grandes Ligas de la Poesía, porque ha de saber usted que en cuestión de versitos también hay jugadores que son pa equipo de filial, otros que se compran la manopla pal fin de semana, otros más que...

-¡Su amigo ya llenó todo el piso de sangre!

-Y lo peor es que no me duele nada.

-Con lo que te metiste te dolerá hasta el año que viene.

- Bueno señores, habrán de disculparme pero tengo que bajarlos aquí...

-No pinche mame, si nos baja cargará en sus hombros la culpa de un poeta que ahora será mocho, situación que repercutirá en la poesía española, porque lo que podría ser un gran poeta nihilista, o bien, un gran poeta romántico, por su culpa podría convertirse en un poeta que sólo habla de su dedo perdido, en andanadas de versos cursis o estrofas oscuras donde interviene la sangre y la cirugía estética...

Nos bajamos del taxi cuando se despedía el sereno. La ambulancia venía en camino y al dedo del poeta se le veía el hueso. Me prendí un cigarrillo con un poco de hash. Fumamos los dos. Yo esperaba el inminente desmayo y hasta una convulsión, vayan ustedes a saber. Nada de eso sucedió. En cambio, llegó una ambulancia y todo salió bien. El poeta tiene el dedo extraño pero no hace versos sobre él (o al menos sus simbolismos se me escapan) y mi me dieron un folletito sobre alcoholismo al salir de la sala de emergencias. Lo leí todo y no entendí nada, no había personajes interesantes, ni dibujitos chidos.

Así de barbas.