miércoles, 25 de marzo de 2009

Manual de Preferencias Sexuales, mamá no leas esto, hermana, puede darte asquito, abue, no es cierto

Me gusta el sexo al atardecer. Los mejores momentos con una mujer desnuda los he tenido cuando el sol está por despedirse. Mi temperamento sexual es completamente vespertino, así como mi temperamento literario es noctámbulo o mis neurosis diurnas.

Hay un momento en que la tarde forma un paréntesis de tiempo, un limbo, una levedad. Y nada es comparable a enredar mis piernas con las suyas atrapado en esa ligereza.

Me gustan las tardes, los olores, el aliento, los condones texturizados, las rodillas, los chones de algodón, los orgasmos pequeños que nos arrancan un suspiro y los grandes orgasmos que nos revientan el pecho, los dedos, la barbilla, el jazz, el vino tinto que colorea de escarlata los labios y predispone al cuerpo para el mimo; morder los dientes, robarse la mirada de la cómplice en el más clandestino de los instantes, la boca fría, las ventanas abiertas, hablar.

En ocasiones me gusta reir. Coger me provoca la más sincera de las felicidades, una alegría desbordada que más de una vez me ha orillado a la carcajada a mitad del acto. Me gustan pocas posiciones por vez, prefiero el placer de agotar una posibilidad que el placer de la aventura, prefiero hacerlo en una cama por encima de todas las cosas y, de ser posible, dejarme , dejarnos, alguna prenda puesta.

Digo todo esto porque hoy por la mañana pensé que en realidad soy más aburrido de lo que quisiera, me encantaría que me gustara dar nalgadas o máscaras de cuero o sexo virtual o al aire libre, o ya de perdis me gustaría que me gustaran las posiciones exóticas con patitas levantadas o caderas retorcidas, pero nee, nunca me contratarían ni pa peli porno ni pa latin lover, chale, así de barbas.