Un poeta encuentra a otro
poeta
y se ponen en guardia
y se baten
a duelo sobre una alfombra
de signos y erratas
como si una letra enfrentara
a otra letra
en el árido terreno de la hoja
intacta
como si una perla confrontara
a otra perla
en el encierro de una ostra
clausurada sin remedio,
bajo la sombra de un rascacielos
un poeta es la presa
de un rifle que sostiene
otro poeta,
y no hay disparos porque
las balas hieren menos
que la victoria muda,
muy lejos de ahí en
un barrio oscuro e impermeable
escucho sus gritos
y dejaré que sucumba
solo y febril
como los unicornios
y no me dolerá su muerte
ni la de ningún otro poeta